martes, 17 de julio de 2007

6.

De repente te encontré. Pero ya no me agradas. De repente la gente cambia, y era evidente que tú cambio era más intrascendente que un corte de pelo. Los años no pasan en vano, sólo pasan para la gente como tú. En ese entonces querías acercarte a saludar y fingir una conversación que nunca se terminó, pero sobre la cual hace mucho tiempo no tengo interés en proseguir. Ahora de vez en cuando nos encontramos y los saludos son tan distantes y vacíos que nada producen en mí. Era obvio que preferirías a esa gente que a quienes te vieron crecer, como yo y como otros más, nosotros. Es obvio que con tu forma de ser seguirás cultivando tantos conocidos y redes sociales que veo difícil que alguien descubra realmente tu rostro verdadero, que es tan oscuro como el lobo que pretendes ser. Hubo un tiempo que mi cariño no tenía restricciones, y dentro de mí no había espacio para rencores hacia ti. Pero yo también crecí, y ahora mi cuerpo también es capaz de almacenar rabia como si fuera un silo inmanente; mis palabras no tienen tanto poder como para maldecirte, porque aún hoy respeto la amistad que hubo, pero sí hay mucho rencor y resentimiento que bordea el odio. Las traiciones no se escuchan, se huelen, y tú y tu vida rezuman hedor a podrido, porque no eres capaz de querer sin dañar, y porque no puedes ser feliz sin dejar de lado a alguien más.
Pero que vida más inocua la tuya.
Y caótica.
Y perversa.
Y predecible.

1 comentario:

Daniela dijo...

Fuerte el texto, claro que tengo varios sopechosos(as). Creoq ue pasó algo en particular que impulsa tu escrito, pero no sé si podamos hablarlo ahora, porque me siento media enferma y creo que noe staré mucho rato por estos lados.
Nos vemos mañana de todas formas, que amanezcas bien y espero un mejor día se avecine.