Hay una boca a la cual se le ven los dientes, los cuales muelen papas fritas mientras mastica.
Se ve la lengua mojada y con sal, mientras a la boca le siguen llegando papas fritas de corte Americano. El paquete que las contiene se está acabando. Quedan tres papitas, una grande, una pequeña, una quebrada y unas cuantas migas.
La primera.
"Madre que nunca me entendiste y que cuando me pariste expulsaste al engendro que no debió haber nacido porque lo hizo prematuro y aún así te empecinaste en que viviera. Eso no se hace porque bien se sabe que los niños que viven siendo prematuros luego muren de aburrimiento, de soledad y de abandono porque las cosas no siempre suceden como uno quiere que sucedan, aunque le pongas empeño las cosas tarde o temprano acabrán mal y ahí la cría prematura terminará comiendo papas fritas sobre la azotea de un edificio de treinta pisos pensando si debe saltar o bien si debe comer las papas fritas en silencio pero llorando. No sé cuál fue ese gusto que te diste en arruinarme la vida que se supone estabas destinada a protegerla, dejándome en piezas oscuras y no satisfaciendo mis necesidades orales, porque bien sabes que como cualquier otro bebé necesitaba que me dieras afecto y que me sujetaras las manos mientras intentaba caminar, y no que te echaras en tu cama hedionda de perfumes con tu depresión post parto para llorar por la vida que te tocó, y sobre la cual no pudiste -o no quisiste- hacer nada. No se porque siempre fuiste la persona más quejumbrosa que conocí en el mundo, me arruinaste la existencia pudriéndome como si fuera la manzana sana que está al lado de la que está podrida. Y ya sabes que deberías haberte muerto de los podrida que estás. Pero no, estás ahí con tu cara estirada y llena de cremas caras con cirugías que bien podrían servirte para enriquecer tu hueca cabeza de nabo que tienes ya toda húmeda como si fueran cloacas que albergan puro líquido cefalorraquídeo, pero no, sigues aquí, entre nosotros".
La segunda.
"Padre que nunca estuviste cuando te necesité y que nunca me apoyaste en nada, eres sólo un abejorro que se acuesta con las abejas reinas para luego engendrar proles de hijos no reconocidos, eres la cara visible de un mundo insensible y que exclama y ríe cada vez que la gente como yo intenta hacer algo más con su vida. Odio que alguna vez te quise, odio esas tardes de invierno que esperaba tu llegada mientras tú estabas acostado con alguna secretaria puta y barata con las que te sueles acostar, odio que siempre preguntara por ti mientras nosotros no te importábamos a ti, te odio hasta la última célula de tu existencia que arruinó a cada paso los intentos que yo hacía por tener y experimentar una vida más digna y llevadera en este infierno que llamamos mundo, pero ahí estabas tú para estropearlo todo y con tu macilenta y horrenda nariz penetrar en las cosas, en los asuntos y en las vidas que no te correspondían. Tu vida no era mucho, pero hacías esfuerzos sobrehumanos para hundir en el barro a quienes te rodeaban, eras como un virus que se extendía por vidas ajenas para finalmente acabarlas. Me das tanto asco, que espero que finalmente un bus te atropelle y te desintegre mientras te desparrama por el pavimento".
La tercera.
"Hermanos a quienes todo se les hizo más fácil y llevadero: Ojalá que en sus seguras y cómodas vidas puedan engendrar a algún ente que sepa llevar la maldita carga genética de esta familia que lo único que ha hecho es surgir a expensas del resto. Que sus hijos no paguen el precio por nuestra generación que presenció como nuestro apellido se hacía cada vez más imponente a punta de exprimir pulmones ajenos, vidas arrebatadas y sueldos míseros. Espero que alguna vez en ese globo que usan como cabeza puedan recordar a todas esas empleadas que nuestro padre violó y maltrató y luego echó para evitar malos entendidos. Espero que alguna vez se arrepientan de haber abrazado a ese hombre que tanto daño le hizo a nuestra familia, que vendió nuestras almas al diablo para tener un techo y portón eléctrico con cámara, porque detrás de ese cuadro en el que estamos todos inmutables ante el fotógrafo, siempre hubieron cosas que decir que se callaron y secretos compartidos por todos y comentados por nadie. ¿A dónde se fueron esas sogas que se instalaban en nuestros cuellos para que fijáramos la vista en otros lados no obvios mientras esto, -lo obvio- estaba ocurriendo frente a nuestros ojos?, ¿Habremos sido alguna vez inocentes si presenciamos esas cosas que ustedes y yo sabemos?¿Podremos alguna vez dormir en paz sin que las imágenes que vimos en ese campo nos persigan?, ustedes pueden descansar bajo el alero de sus trabajo de lujo, de sus secretarias de piernas largas y de sus laptops y tantos otros artilugios superfluos, pero tarde o temprano los fantasmas de aquellos a quienes pisoteamos volverán y nos llevarán a la hoguera por ser testigos mudos y aún más, de obtener lujos por ello. Así que, hermanos, ustedes también son igualmente despreciables, ojalá nunca más me vuelva a topar con sus existencias exitosamente vacías".
las migas.
"Gente. Personas que estuvieron cerca de mi y que a veces caminaron mis pasos. Personas que hicieron una fugaz aparición en mi vida cancerígena. A algunos de ustedes tengo que darles las gracias, porque intentaron evadirme de mi existencia cuando todo me recordaba a esa casa de campo que estaba atestada de muerte y mierda. Algunos de ustedes realmente se aprovecharon de mi dolor, pero se que eso ocurre en todas partes. A lo mejor mi apellido y quien se supone que soy les reportaba alguna regalía; pero conmigo se equivocaron, porque trato a cada segundo del día no ser como mi familia maldita en la cual no escogí nacer. Aquellos que tuvieron un genuino interés en mi, ya sea por curiosidad o por simpatía, supongo que pudimos haberlo pasado mejor. Lástima, pero este es mi fin, porque desde esta azotea ya no hay vuelta atrás".
Apoya su mano envuelta en saliva y sal. ya no queda nada más que comer, tiene el estómago algo lleno y sus pasos terminan en un vértice sobre el cual se pueden apreciar autos que vienen y que van, personas comiendo helado y gente con bolsas de compras. Por un segundo todo pareció haber cobrado la imagen de una foto, de una postal, digna para vender en alguna plaza mientras el vendedor toma fotos a niños sobre un pony falso. Abajo la gente era escasa, y así lo prefería, no quería arruinar más vidas de las que ya había arruinado. Su camisa flotaba por el aire frío que estaba a su alrededor, invitando saltar a quien estuviera ahí. Sus pupilas estaban agitadas y el aire entraba profunda y hondamente por su nariz. Ya no quería hacer más daño y no podía vivir en paz teniendo tantos secretos en su cuerpo, porque ya no quedaba espacio para ni uno más.
No.
Decidió no saltar, porque entendía que ya estaba muerto, y mientras se negaba a saltar, entre el espacio de sus pies desnudos y el aire que conducían a la nada, comenzaron a caer gotas provenientes de ojos que ya estaban cansados de ver y de recordar. No decir. Nunca nada, ese había sido el lema familiar y personal, que se tenía que ejercer al pie de la letra como la misa de los domingos. No decir, aunque se tuvieran retratos familiares perfectos y vidas personales lejos de serlo. No decir lo acusable, lo detestable y lo denunciable. Vivir con culpa y con pesadez en los hombros. Ese silencio tan sutil que nadie detectaba pesaba como millones de palabras sobre los hombros y gritaba como miles de animales enjaulados. Por eso había decido subir, dejar todo atrás excepto de un paquete de papas fritas y disfrutar de un momento continuo de plenitud que no había podido resucitar desde que nació.
Pero ahora se baja del pedestal y cree que no tiene nada. Que el mundo ha vaciado sus entrañas y ahora le pide la cuenta sin que tenga nada que ofrecer salvo culpas y recriminaciones. Menospreciando a su familia por todo el mal plantado en el mundo como semillas putrefactas, esperaba poder quitar esa misma semilla de su propia naturaleza, de su pecho como si fuera un tumor extraible para poder decir que era diferente a ellos, y desde ahí remar contra la corriente que ahora era un río indomable que invitaba a la autoeliminación. Sentía que no podía, pero en lo recóndito de su ser, se sabía alguien diferente, y eso ya era algo, muy poco, pero algo.