viernes, 30 de mayo de 2008

Lunas Rojas.

Para quien tenga lunas rojas.

A paso lento, con risa lenta, se escabulle entre la gente al subir con sus siete formas de ser una misma. Se arregla el cabello que se cruza en su frente, la bufanda que se le escabulle por el hombro izquierdo, los lentes, que se le escurren mínimamente por el montículo de su nariz. Apesadumbrada, no vive en el mismo mundo que nosotros. Hace tiempo que confunde el sueño y la realidad. Ella sabe que la observo desde hace un rato y me sonríe amablemente, yo le devuelvo una austera mueca/sonrisa, sorprendido de haber sido descubierto. Su chaleco rojo es víctima de sus peñiscos al sentirse nerviosa, pero hoy, sobretodo hoy, se nota más con nosotros que inserta en sus fantasías, aunque yo no sepa el por qué. Seguimos el mismo recorrido, pero nunca antes la había visto. Nunca había reparado en su (fantasmal) presencia, que poco a poco decanta en la propia fragmentación. Sus ojos, su mirada queda absorta en el vacío mientras recuerda/revive algo, mientras todos a su alrededor siguen con sus vidas, mirando por el vidrio como la realidad avanza a través del bus. Los minutos se hacen eternos mientras su cuello se arquea ingravidamente, independiente del resto de su cuerpo, mirando algo inexistente en el suelo. Su pelo largo la ayuda a pasar desapercibida ante la multitud, y su bufanda de seguro tapa unos labios boquiabiertos. Pero yo sigo estando ahí, y ella también.
Es madre de sus imaginaciones, de seguro hija, hermana árida de la soledad, animal insaciable de instintos nocturnos y taciturnos, agua que superfluamente nos rasga/roza. lunas rojas (serpientes -muertas- en su vientre), eternamente insomne. Humana, como yo, como tú.