Ya son las cuatro y media. Todavía no me ducho; me desperté a las doce en punto con la llamada de mi gente, “no, si voy a llamar por un sándwich”, fue lo primero que se me ocurrió decir cuando me preguntaron qué iba a comer, cuando en realidad ni siquiera había planeado el desayuno. En realidad lo que pretendía, era, en un comienzo, desayunar y luego plantarme a leer lo que me quedaba de analítico, que, confesando, así, entre nos, me tenía bien lateado y sin posibilidad de una acabado entendimiento. Ayer me pregunté si mi capacidad de compresión lectora había dejado de funcionar o si siempre he sufrido de problemas de concentración. Ayer el día avanzó muy lento, y esquivé sistemáticamente todo intento por terminar la pila de cosas que tengo que tener leído para esta semana. Apenas avancé diez páginas de un libro, y entre página y página, entraba al Messenger, visitaba todos los flogs, blogs, flickrs, conocidos (porque no sólo visito blogs y flogs, también flickrs de gente de Canadá de China, etc. desde ayer), miraba diarios electrónicos y luego me daba tres vueltas en la tele haciendo un zapping interminable.
Recién vengo a darme por aludido que en la semana santa no se come carne, y es por eso que todos mis llamados telefónicos a “La cabaña”, al “Coco sándwich” y a otros tantos, no han dado resultado, y que, probablemente tenga que salir al portal para comprar algo para cocinar, o comer ahí mismo, si mi ansiedad social así lo permite. Esto no habría pasado hace un par de años atrás. No me refiero a llamar por teléfono para pedir un sándwich. Siempre me ha gustado la comida chatarra; sino lo otro, el saber que estamos en semana santa, y que, independiente de que toda la gente se agolpe en las iglesias, o el saber que, sólo los partidos de fútbol o el alza de precios en los pescados y mariscos le hacen la competencia a las noticias relacionadas con el clero imperante acá en Chile, al comentario del Padre de turno, etc., me hacen sentir que el tiempo a veces pasa muy rápido, a veces en vano, otras veces no. Hace dos días que no me afeito, y es extraño. Me siento como si fuera más adulto y eso mismo hace que me parezca aterradora la idea de salir a la calle o más aún, de ir así a la U. Es extraño esto de poner la mano en el mentón –como siempre lo hago- y encontrarse con un grupo de incipientes pelitos que acusan que estás en plena adultez joven. Bueno, yo no creo que sea un adulto, ni un adulto joven, pero eso es ya muy subjetivo; en realidad casi todo lo es. Pero lo más, lo más que he experimentado, es que hace más de treinta horas que no veo a ninguna persona, ninguna. O sea sí, típico que he hablado con un par de personas por el Messenger y nos reímos y hablamos de otras cosas más serias, pero no es lo mismo tener a alguien frente a ti, no hay punto de comparación. De repente –casi siempre- me sentí como un ermitaño, y ahora sólo me falta reemplazar ésta casa en una caverna y estaría listo todo el rato. Pero no sé si el aislamiento sea bueno, para cualquiera. Ya es distinto sentirse uno solo y a lo sumo acompañado de sus propios pensamientos, además de la pseudo-barba-y-bigotes, no por una cosa ególatra, no por decir “mírenme, soy todo un lobo estepario”, sino que, esas cosas, la soledad –y sobretodo la barba- hacen que uno sea más consciente del paso del tiempo, de que a veces me río a carcajadas porque escucho una canción como la que escuché de “Niña con frenillos” (se las recomiendo, como a Valentina Fel) y no hay nadie ahí para escucharme, entonces no existo. O existo en mí mismo. Supongo que tendré que salir a comprar algo, pero después de ducharme. Y de afeitarme.
Recién vengo a darme por aludido que en la semana santa no se come carne, y es por eso que todos mis llamados telefónicos a “La cabaña”, al “Coco sándwich” y a otros tantos, no han dado resultado, y que, probablemente tenga que salir al portal para comprar algo para cocinar, o comer ahí mismo, si mi ansiedad social así lo permite. Esto no habría pasado hace un par de años atrás. No me refiero a llamar por teléfono para pedir un sándwich. Siempre me ha gustado la comida chatarra; sino lo otro, el saber que estamos en semana santa, y que, independiente de que toda la gente se agolpe en las iglesias, o el saber que, sólo los partidos de fútbol o el alza de precios en los pescados y mariscos le hacen la competencia a las noticias relacionadas con el clero imperante acá en Chile, al comentario del Padre de turno, etc., me hacen sentir que el tiempo a veces pasa muy rápido, a veces en vano, otras veces no. Hace dos días que no me afeito, y es extraño. Me siento como si fuera más adulto y eso mismo hace que me parezca aterradora la idea de salir a la calle o más aún, de ir así a la U. Es extraño esto de poner la mano en el mentón –como siempre lo hago- y encontrarse con un grupo de incipientes pelitos que acusan que estás en plena adultez joven. Bueno, yo no creo que sea un adulto, ni un adulto joven, pero eso es ya muy subjetivo; en realidad casi todo lo es. Pero lo más, lo más que he experimentado, es que hace más de treinta horas que no veo a ninguna persona, ninguna. O sea sí, típico que he hablado con un par de personas por el Messenger y nos reímos y hablamos de otras cosas más serias, pero no es lo mismo tener a alguien frente a ti, no hay punto de comparación. De repente –casi siempre- me sentí como un ermitaño, y ahora sólo me falta reemplazar ésta casa en una caverna y estaría listo todo el rato. Pero no sé si el aislamiento sea bueno, para cualquiera. Ya es distinto sentirse uno solo y a lo sumo acompañado de sus propios pensamientos, además de la pseudo-barba-y-bigotes, no por una cosa ególatra, no por decir “mírenme, soy todo un lobo estepario”, sino que, esas cosas, la soledad –y sobretodo la barba- hacen que uno sea más consciente del paso del tiempo, de que a veces me río a carcajadas porque escucho una canción como la que escuché de “Niña con frenillos” (se las recomiendo, como a Valentina Fel) y no hay nadie ahí para escucharme, entonces no existo. O existo en mí mismo. Supongo que tendré que salir a comprar algo, pero después de ducharme. Y de afeitarme.
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