En realidad no estaba conforme con su familia. No estaba conforme con lo que su padre le decía. No estaba conforme con lo que su madre quería. En realidad no estaba conforme con nadie de aquellos. Quería, en el fondo, escapar. Quería que su rostro chocara con el viento y sentirse libre sin las restricciones y las preocupaciones que lo aquejaban en aquel lugar que, siendo suyo, no sentía como tal. Contradicciones flamígeras siempre ardían en su cabeza, pero también en sus piernas que siempre querían correr cuando veía aquel portón abrirse de par en par para servir de receptáculo a aquellos flamantes autos que entraban sin pretensión alguna que la de ser excentricidades únicas. La vida en aquel lugar lo asfixiaba. La vida con opulencia lo trastornaba. Quería ver que había detrás de aquellas rejas electrónicas de más de dos metros. Quería conocer el mundo con sus propios ojos sin que hubieran intermediarios censuradores que cerraran sus pupilas. Un día, decidió simplemente escapar con lo puesto, resuelto en su mente, como si fuera una armadura de metal impenetrable, logró no retornar a lo que él llamaba su hogar sin vida. Así que simplemente caminó, resuelto, y sin armas con las cuales enfrentarse el mundo, siguió lo que él creía que era su camino; descubriendo que el mundo es un lugar ampliamante inhóspito, engañoso y serpenteante, pero a la vez también hermoso, y con ello, con sensaciones que lo embriagaban con fragilidad, extrañeza...y una extraña calma.
domingo, 19 de agosto de 2007
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